La porcelana
Históricamente, la porcelana siempre se ha sido considerada como un artículo de lujo digna de reyes y príncipes. Su dureza, su posibilidad de moldeo y sus infinitas posibilidades de decoración hacen de la porcelana un material utilizado desde tiempos inmemoriales. Comenzó a utilizarse en China hace más de 4000 años y fue durante la Dinastía Sung (siglo XVIII) cuando la porcelana, tal y como hoy la conocemos, alcanzó su máximo esplendor. Durante varios siglos, los comerciantes florentinos y venecianos comerciaban con Oriente y aportaban a Europa magníficas piezas de porcelana, pero no fue hasta bien entrado el siglo XVIII que se pudo fabricar en Europa una porcelana comparable a la china. Fue Johann Friedrich Boettger quien en el año 1710 consiguió fabricar en Meissen pasta de porcelana dura.
Durante años, el proceso de fabricación de la porcelana fue mantenido en secreto pero la demanda de la nobleza europea por este maravilloso material no tardó en extender el conocimiento del mismo e impulsar el establecimiento de nuevas fábricas de porcelana.
En Europa, la zona de Bavaria (situada en el sureste de la actual Alemania) por su situación y especiales características, dio origen a una de las mejores porcelanas jamás fabricadas, en la cual se combinaban la laboriosidad tradicional germana con las magníficas cualidades de las materias primas utilizadas.
Todavía hoy, a pesar de los enormes cambios habidos en los sistemas productivos, es la composición de la materia prima lo que determina fundamentalmente el aspecto y la calidad final del producto acabado.
La porcelana es un material cerámico producido a partir de la mezcla de tres componentes básicos: caolín, sílice y feldespato. En la primera etapa se obtiene el cuerpo por cocción de las piezas moldeadas. En una segunda etapa se cubren del esmalte apropiado y se cuecen de nuevo para obtener el vidriado superficial típico de la porcelana.